La esperaba con ansias trémulas, cuando me disponía a presionar el numeral primero de su teléfono para llamarla, entró al recinto desde las escaleras amplias que se encontraban a mis espaldas, intuí que aun no me había visto -o por lo menos me lo hacía creer-, me dirigí sin presura hacía ella. Le seguía su táctica de confidencialidad, y a pocos centímetros de ella frené en seco.
Es esa sonrisa de cristal que me hacía sentir como el bienvenido –a pesar de recibirla a ella-, le respondí con el mismo estimulo, intento fallido por causar el mismo efecto inverso; se disculpó por el retraso, su hermosura justificaba siempre ese detalle. Manipulaba mi imaginación, y yo siempre accedía a pensar que se vestía para mí, y que algún día siendo su esposo yo me desvestiría para ella. Ese día tal vez nunca llegaría.
Cerca a la abacería del amplio establecimiento, desde un segundo piso, y sin vista disponible a la bahía, con luces otoñales y sonidos que en un vaivén de melodías iba y venía a nuestra mesa, nunca supe que tipo de música era, ni de donde venía. A ella le agradaba, así que a mi también.
Mi corazón se sentía enclaustrado, desbotoné el botón principal y ella volvió a ignorar ese acto, volví a halagarla con sutileza, sabiendo que en un lapso de tiempo promedio volvería a hacerlo con romance. Hablé sobre su atuendo y cómo era diferenciable de otras mujeres, ella solo me agradecía con voz apagada, sé que le gustaba cuando yo percibía los centímetros de cabellos que se cortó, el diminuto diseño en sus uñas, las zapatillas nuevas que combinaban con sus accesorios de vestir y sobre todo su perfume Rocetto Campa´ella.
En el abad de mis miedos figuraba el aburrirla, por eso guardé silencio, un silencio etéreo al de ella. Un joven se acercó a nuestro espacio y sin interrumpir nada, nos dio el menú gentilmente y lanzó sin ninguna abadía una mirada coqueta a mi dama, quise pretender que ella era por lo menos mi novia.
Me vi agarrando el tenedor con mucha fuerza, persistí en mantener la calma, esa reacción me desconcertaba, yo no era así. Después de un momento circunstancialmente breve la comida estaba extendida delante de nosotros, también temía a que mis tripas resonaran, comencé a sudar vagamente y decidí quebrar mis rituales, tomé la cucharada indecisamente y saboreé cada molécula tibia de esa cena tan costosa. Ella dejó de ser la dueña de mis pensamientos por ese minuto, el valor de mi inversión invadió el terreno económico que figuraba en mi mente.
Ella valía la pena, volví en mí. Mi acompañante por fin abrió su boca… pero para comer, y una vez más no sabía como iniciar una conversación. Sin especular en su mirada caída, le dispuse otro gesto, le agradecí por aceptar mi invitación e insistí en que se veía esplendida. Jamás la había visto de noche.
Sin acometer mis ideas, la volví a mirar fijamente esperando a que ella se encontrara con mis ojos. Cuando lo logré baje mi mirada instintivamente, esa reacción no me la esperaba, ella por reflejo también lo hizo, comencé a odiarme.
Ambos concluimos con el festín de soledad acompañada. Sin abalear mis manos le pregunté por su vida, estuve dispuesto a hacerla cantar. Pero sus sonetos eran breves, me abalanzaba uno que otro dato pero nada complejo como para conocerla más ampliamente, quise equilibrar ese estado tedioso de confidencialidad y conté fragmentos secos de mi biografía. Arremetí contra sus oídos con una pregunta certera: ¿Estás aburrida?
–No. Nunca. Sólo que… debo marcharme – me dijo con la débil intención de hacerme sentir mal-. Volví a embestirla con otra pregunta más acertada aún: ¿Puedo acompañarte hasta tu casa?
-No. Digo, no deberías incomodarte. Busqué entre mis archivos y escogí una frase: “Contigo jamás me voy a aburrir”; aunque no tenía argumentos para sostenerla. Quise abalizarle muy bien mi rumbo: sus labios. Pero me conocía muy bien, después de medio centenar de salidas con ella lo haría. Esa noche fui su paladín, quién acaudillaba sus delicados deseos, no quise desertar de mis ambiciones de recibir un solo beso aunque fuese de mejillas a la par. Un menú vegetariano para mis gustos.
Después de convencerla, la vi sonriente –con los ojos de mi impresión- y la oí alegre –con los oídos de mi intuición-, aunque sus expresiones faciales y su tonalidad eran las mismas. Estaba con mi pantalón en huelga y quise llevarla en un carruaje, pero solo tenía para pagar nuestros tiquetes de desaliñado autobús. Sentí agobio por ella, pero me interrumpió de nuevo abriendo la boca… pero esta vez fue para bostezar.
Me regaló un suave Lo siento, me explicó que no era hambre ni aburrimiento, sino que esa era su manía en la noche, ¡Vaya! Dije a mis adentros. El viaje fue más calmado que la estadía en el restaurante. Fui negligente a la hora de forjar conversaciones inolvidables, comencé a experimentar desvalimiento en mis intereses, miré a lo lejos, más a lo lejos de lo que imaginas, y me perdí en el horizonte nocturno […]
J0rge Rivera
Alejandra Lopez
24 julio, 2013 at 10:46 AM
Yo quisiera que el viaje de retorno termine en un beso o en la cama
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georgecodex
25 julio, 2013 at 9:32 PM
Podría ser un beso… de parte de quién?
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Roxi
24 julio, 2013 at 1:51 PM
Yo creo q mejor se busque otra!!!
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georgecodex
25 julio, 2013 at 9:33 PM
Segura que él es el protagonista de la historia? Y si invertimos los roles… que tal una pizca de celos?
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Anónimo
9 agosto, 2013 at 4:18 PM
Que tal si hay una escena subida de tono, donde hayan caricias y demás…
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georgecodex
17 agosto, 2013 at 4:12 PM
Tengo una inflexión de voz que no afina hasta tonadas altas… tengo una escritura grave.
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Juan C M
9 agosto, 2013 at 4:20 PM
Ponga a sufrir a esa vieja
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georgecodex
17 agosto, 2013 at 4:13 PM
Martirio, azotes, desengaño o celos?
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juan vero (@dubanatencia)
9 agosto, 2013 at 4:38 PM
Amigo tu modo de escribir me fascina, pero quiero que seas más realista… a mi parecer deberías incluir un contrincante, alguien que le quiera quitar al amor de su vida
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georgecodex
17 agosto, 2013 at 4:13 PM
OK, me parece bien, pero dejemos el realismo mágico.
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Roxi
10 agosto, 2013 at 10:48 AM
Incluid más cursilería, que te va bien con eso
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georgecodex
17 agosto, 2013 at 4:14 PM
Ok, más cursilería para la mesa tres por favor.
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juan vero (@dubanatencia)
12 agosto, 2013 at 8:37 PM
Escribe más de amor, romance, celos… eso me encanta!
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georgecodex
17 agosto, 2013 at 4:15 PM
Romance a la carta…
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Anónimo
16 febrero, 2015 at 2:42 PM
esta mas de romance amor celos me gusta mucho
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georgecodex
23 febrero, 2015 at 9:16 PM
Excelente!
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